Homenaje a esas pequeñas poblaciones que en muchas ocasiones tienen dificultades para cohesionar su tradicional modus vivendi con el a veces, no tan necesario avance de la sociedad tecnológica.


Cuando el viejo Ferreiro se levantó de la cama, no lo hizo de forma natural y pausada cómo tradicionalmente acostumbraba, y es que allende la ventana podía escuchar un ruido ensordecedor que rompía la tradicional quietud que el otrora paraje del valle de la Alcudia acostumbraba a tener. Se asomó todavía perezoso y algo molesto por la ventana de su pequeña pero acogible habitación atisbando unas pequeñas formas amarillas. Sus ojos llenos de legañas, y el no haberse puesto las gafas, le impedían ver con claridad lo que estaba produciéndose apenas cien metros acullá.

Mas Ferreiro poco a poco fue aclarando su mente y sin terminar de ver bien, empezó a percibir lo que ocurría: ruidos de taladradoras golpeando las rocas, rugidos de grandes motores moviendo vehículos con un lento transcurrir, y finalmente griteríos en todo su enrededor. Todo ello era indicativo de una sola cosa: la característica tranquilidad con la que él y el resto del puñado de habitantes que habían vivido durante tantos años en el pequeño rincón del valle, llegaba tristemente a su fin.

1 comentarios:

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