Voy a estrenarme... a ver si me sale, no soy muy bueno en el complicado mundo de la informática... uno de tensión (un poco largo)... a ver qué os parece gente...


Abro la puerta de mi casa y salgo al descansillo... la oscuridad cubre el ambiente de misterio y un escalofrío recorre despacio mi cuerpo... puedo sentirlo ascender por mi espalda, despacio, contrayendo a su paso todos mis músculos, como la caricia de una fría mano inerte que busca con desesperante lentitud llegar a tu cuello; La sensación muere en la parte alta de mi nuca y no sé por qué el miedo se agarra a mi cuerpo como un niño asustado.

Camino hacia el interruptor y adelanto mi mano a tientas para buscarlo... imagino como en un sueño esa mano helada que hace escasos momentos ha recorrido mi espalda agarrándome de pronto por la muñeca con una fuerza sobrehumana y tirando hacia sí, quizá con el firme propósito de darme su frío beso mortal... me esfuerzo por desterrar la imagen de mi cabeza a la vez que encuentro al fin el interruptor; Aprieto deprisa, casi de manera ansiosa con mi dedo índice y “flash” en un instante todo el quinto piso queda iluminado... realmente es un alivio, no sé por qué esperaba que la luz no funcionara, como sucede en esas películas en las que el protagonista sube las escaleras aunque sabe perfectamente que el asesino está en el piso de arriba.

Sin embargo se ha encendido, sinceramente no me apetecía quedarme a solas con mis más profundos temores... es cierto que el hombre teme a lo desconocido sobre todas las cosas. Me acerco hasta las escaleras y miro hacia abajo por el hueco; El contraste de iluminación de mi piso y la oscuridad de los inferiores dibuja un vacío infinito en el que se adivinan, si la mente es perspicaz, miles de caras que observan atentas y despreocupadas a que des el siguiente paso. De forma inconsciente mi mano se agarra con fuerza a la fría barandilla, suspiro con fuerza, quizá para darme valor a mí mismo, y el eco de mi propia respiración resuena aumentado por cien por todo el viejo edificio...

Bajo cauteloso las escaleras sin aflojar la fuerza de mi mano derecha que me mantiene asido a la barandilla y, de algún modo, también al mundo de la razón... doy media vuelta a la escalera en forma de espiral y encaro los últimos cuatro peldaños que me llevan de frente al cuarto piso.

En la oscuridad, ayudado por el reflejo que llega desde el quinto escruto minuciosamente el idéntico descansillo inferior... aunque no puedo verlas, imagino las puertas D, E y F en la parte derecha, e inmediatamente a mi izquierda la puerta A, la B en la pared de su lado izquierdo y la C justo enfrente de mí, orientada un par de metros a la izquierda según bajo la escalera... no puedo verlas pero sé que es así, y la certeza de saberlo me da una seguridad que entre la penumbra agradezco como si fuera un oasis en medio del más cálido de los desiertos.

Al fin pongo los pies en el descansillo del cuarto y algo me llama la atención a mi izquierda... giro bruscamente la cabeza hacia la puerta B mientras noto como mi corazón aumenta su ritmo hasta el extremo, todos los músculos de mi cuerpo se quedan petrificados y la respiración se corta por un momento... y así nos quedamos como dos estatuas, los dos, yo atenazado por el miedo, vestido con mis vaqueros y mi camiseta negra, los ojos desorbitados... y ella de espaldas a mí, al lado de la puerta B como esperando a que le abran, con su vestido blanco de comunión, sus zapatos negros y sus pequeños bracitos, más blancos aún que el vestido... como un ángel de la muerte en medio de toda esa maldita penumbra... y mi mente comienza un juego macabro donde la imaginación y la locura llevan todas las cartas ganadoras.

Sin embargo, y quizá alentado solamente por el miedo reacciono con velocidad inusitada, doy unos pasos al frente y presiono el interruptor de la luz a la vez que giro la cabeza a la izquierda, enfocando con mis temblorosos ojos la puerta B del cuarto piso... una puerta y nada más... eso es lo que veo, madera desgastada por el paso del tiempo y una mirilla de hierro oxidado que parece devolverme la mirada con una mueca burlona.

Mi corazón reduce poco a poco su ritmo acelerado aunque aún sigue alerta... mi mano derecha busca torpemente de nuevo la fría barandilla y mi mente comienza a dar explicaciones racionales a lo que acabo de ver... “una post-imagen” me dice con tono tranquilizador... y la creo, quizá sólo porque quiero hacerlo, lo necesito... la creo... Envuelto en un silencio casi expectante continúo mi descenso hacia el tercer piso... “no habrá nada”, me digo, “salvo las tres puertas a mi derecha y las otras tres a la izquierda... y la escalera que seguirá mostrándome el camino... sólo eso y nada más”... y a la vez que bajo los escalones la escasa luz que ilumina el cuarto piso se va confundiendo con la penumbra, y vuelvo a sentir esa mano helada que sube lentamente por mi espalda tensando todos los músculos de mi cuerpo... desciendo el último escalón y allí está, al lado de la puerta B y mirándome... con su negro cabello cayéndole a ambos lado del rostro, con una tímida sonrisa que me hiela el corazón y con esos ojos negros... clavados en los míos fijamente, atravesándome el alma con la mirada... esos ojos... aún más oscuros que la penumbra que la envuelve... y me precipito a la oscuridad de su mirada, y de pronto siento vértigo... o quizá sea miedo, no lo sé.

Mi cabeza comienza a dar vueltas y se me hace casi imposible mantenerme erguido, mi corazón se acelera como nunca lo había hecho y con cada uno de sus latidos siento un feroz martillazo que ataca salvajemente todo mi ser. Casi dejándome caer hacia delante, ya sin fuerzas doy la luz del tercer piso. Aunque el interruptor sólo se encuentra a un par de metros de mí necesito emplear toda mi energía para llegar hasta él... La luz me invade y, como si de una bocanada de aire fresco se tratara, abre mis pulmones y adormece mis temores; Sin embargo tengo miedo de mirar, en mi mente sigue estando ahí, frente a la puerta B, mirándome con esos oscuros ojos que brillan, con su falsa inocencia y su terrible sonrisa, sumida en esa oscuridad cegadora... pero ahora estoy rodeado de luz y me siento con valor, o no, pero me obligo a mirar a la puerta, así que giro lentamente la cabeza, despacio, hasta que mis ojos enfocan la puerta B del tercer piso, idéntica a todas las demás, con su mirilla de hierro reflejando tímidamente la luz de la bombilla donde el óxido se lo permite; Y ella no está, ni ella ni nadie, sólo yo, derrumbado contra la pared, muerto de miedo y de cansancio y con ganas de permanecer allí para toda la eternidad, o al menos hasta que amanezca y la luz de un nuevo día me de la fuerza suficiente para bajar un piso más o si fuera necesario volver a subir hasta mi casa.

Entonces me río de mis propios pensamientos, de encontrarme atrapado por mis miedos como un niño pequeño que no quiere dormir solo, me río de mi mismo por creer en fantasmas y por dejar que mis fantasías hayan tomado las riendas de mi consciencia.

Me vuelvo a erguir y comienzo el descenso hacia el segundo piso convencido de tener bajo control mis sentimientos y con una seguridad implacable... “no hay nadie” me repito, y con cada escalón que desciendo aumenta una inexplicable sensación de cosquilleo por toda mi espalda, “sólo oscuridad y nada más”... dice mi boca, pero mi mente ya no escucha, está a la espera, expectante y temerosa... y sigo descendiendo, cada vez más deprisa, pues el miedo no entiende la calma... y a la vez que bajo el último escalón miro ansiosamente a mi izquierda, “no hay nadie” me digo... pero es absurdo, pues antes de volver la cara ya he adivinado una mancha blanca, su macabra silueta... y ahí está, a mitad de camino entre la puerta B y mi cuerpo, con su brazo derecho extendido hacia mí y parada, como una estatua surgida de las profundidades del infierno invitándote a regresar con ella. Me quedo mirándola en silencio mientras mi corazón parece querer hacer estallar mi pecho, observo su pequeña mano abierta invitándome a cogerla, sus ojos fijos en los míos con una quietud escalofriante y su boca cerrada en un gesto serio que hace que su edad parezca infinitamente mayor de lo que debe ser... y mientras estos pensamientos invaden mi cabeza sonríe despacio, con una mueca maligna que se me clava directamente en el alma como un puñal helado.

Reacciono inmediatamente, quizá me impulsa el miedo de creer que va a seguir acercándose hacia mi... enciendo la luz y como por arte de magia la oscuridad y ella desaparecen, dejando tras de sí un solitario segundo piso iluminado y un joven muchacho al borde de la desesperación o la locura, no sabría decirlo con exactitud.

Y cada vez está más cerca y yo más alejado de la realidad y de mí mismo, pues siento como poco a poco voy perdiendo el control... todo mi cuerpo se estremece y los temblores atacan ferozmente ahora mis piernas haciendo casi imposible que me mantenga en pié. Torpemente vuelvo a asirme a la barandilla y su frío contacto ya no produce sensación alguna en mí, apagado por esa maldita mano congelada que sigue atrapando todos mis sentidos. Al borde de la locura comienzo a descender los escalones, casi rogándole a Dios que ella no esté en el siguiente piso... y mi mente recrea cada escalón como un paso más en mi particular descenso al infierno, pero ni soy poeta ni Italiano, y tampoco cuento con la compañía de Virgilio para disolver mis temores con sus versos. Allí sólo estamos los dos, esa criatura surgida de la oscuridad y un joven muchacho que desciende indefenso a encontrarse con su destino.

Desciendo el último escalón y giro bruscamente la cabeza hacia la izquierda para mirarla fijamente a los ojos... y su brillo me desafía a menos de un metro de mí... y de alguna manera que no puedo comprender mi fuerza va escapando por todos los poros de mi piel... y me mira fijamente... su rostro inmutable mostrando esa escalofriante sonrisa que debe mostrar la muerte cada vez que se lleva a una presa consigo. Siento que desfallezco y la impotencia empuja lágrimas de angustia y miedo a mis ojos... “soy tuyo” pienso... “al fin has ganado”... y como si adivinara mis pensamientos su sonrisa desaparece poco a poco de su cara... su boca se aprieta en una extraña expresión de odio y rabia... un gesto de adulto en una cara de niña... pero no es una niña lo que tengo delante... no sé lo que es pero apuesto mi alma a que no es una niña; Puedo escuchar el eco de mi respiración por todo el primer piso, rápida y desacompasada, mi pecho sube y baja sin control alguno... y ahí está ella... quieta como una estatua que contempla indiferente el paso de los siglos, una maldita estatua macabra... y rompiendo su quietud comienza a dar un paso hacia mí al tiempo que dirige su brazos hacia mi cuello...

Reúno toda la fuerza que queda en mi interior y giro deprisa hacia las escaleras tropezando torpemente una y mil veces, resbalando por el suelo y levantándome de nuevo con infinitas dificultades como sucede en los peores sueños... pero sé que la puerta de salida está tan sólo a un piso de distancia, bajo casi a gatas los escalones con la idea obsesiva de girar velozmente a la izquierda y abandonar en tan sólo unos pasos mi particular suplicio... y los escalones parecen eternos, desciendo y no paro de mirar atrás deseando no ver esa silueta blanca persiguiéndome en mi huida... y ya está, llego al último escalón y giro bruscamente hacia la izquierda a la vez que noto su extrañamente helada respiración sobre mi cara... y veo sus blancas manos aproximándose con macabra ferocidad a mi cuello mientras sus ojos se clavan en los míos arrasando instantáneamente todo mi interior...

Despierto entonces gritando y empapado en un frío sudor... todavía el corazón late bruscamente y mi respiración es demasiado acelerada... me siento totalmente abatido y me cuesta centrarme, ver que todo ha sido un sueño, que nada era real... miro lentamente la oscuridad que invade mi vieja habitación y me siento al borde de la cama.

Paso mi mano por la cabeza, empapada de sudor... “cálmate” me digo... y ha sido tan real... me levanto y me dirijo hacia la cocina a través de ese largo pasillo oscuro que tantas veces me ha hecho temer... pero ya no me da miedo... no después de lo que he pasado esta noche... uno supera sus más pequeños temores cuando se enfrenta cara a cara con el horror en persona; Así que avanzo con calma por el pasillo, quizá porque mis piernas no tienen fuerza todavía para coordinarse con mayor rapidez; Llego a la entrada y cuando voy a entrar a la cocina el pomo de la puerta de entrada llama mi atención a mi izquierda... lo miro, viejo y oxidado y de algún modo siento la necesidad de tocarlo; Me acerco despacio, casi temeroso y alzo hacia él mi tembloroso brazo derecho... mis dedos casi acarician su metal y no sé como vuelvo a verme invadido poco a poco por el miedo así que detengo mis dedos a escasos centímetros de él y dudo... “no es más que un viejo pomo de hierro” me digo “¿de qué diablos tienes miedo?”... así que armándome de valor agarro bruscamente el pomo de la puerta e instantáneamente siento esa maldita mano helada que sube rápidamente por mi espalda tensando todo mi cuerpo... su frío asciende con ferocidad hacia mi cuello y al llegar a la nuca veo esas blancas manos que se abalanzan ferozmente a mi garganta y me ahogan... y veo a través de la puerta como por arte de magia su blanca silueta contemplándome, y esa maldita sonrisa...

Suelto de golpe el pomo de la puerta y todas las sensaciones se van desvaneciendo progresivamente... pero aún noto tímidamente sus dedos alrededor de mi cuello... avanzo hacia atrás sin dejar de mirar a la puerta, incrédulo, hasta que mi cuerpo choca con la pared y no me permite retroceder más... dejo que mi cuerpo resbale hasta quedarme sentado en el suelo, frente a la puerta, mirando fijamente el siniestro pomo de hierro; Entonces hundo la cabeza entre mis rodillas y comienzo a llorar, desesperadamente sólo e indefenso.. y lloro muerto de miedo sintiéndome totalmente impotente, pues sé que nada puedo hacer, pues sé que cada día del resto de mi vida ella estará ahí afuera... y estará esperándome.

2 comentarios:

Mientras lo he leido he notado la mano fria por la espalda... y mis pelillos como escarpias.

Grande Arturo, como siempre.

Clap, clap, clap, clap.
Poe, o cómo excavar en cualquier situación cotidiana para encontrar el horror y el vacío existencial.
Bravo, y ole.