Me lo he pensado bastante, pero al final, qué coño, he pensado que la historia esta también había que ponerla como colofón a la antigua era de los cuentos en cadena. Como otras, empieza de forma más o menos seria, pero el final es bizarro puro. Disfrutad, o no. A mí me mola.




PRÓLOGO

"pakutudela" Mar, 7 de Oct, 2003 5:19 pm

“¡Hola a todos!”

“Bueno, sobre todo a los extranjeros: ¡qué envidia me dais!”

“Saúl, lo siento, acabo de leer tu mensaje y me acabo de dar cuenta
también de que hoy es día 7. Además esta noche echan embrujadas y lo
siento, pero lo tengo que ver. Te prometo que no encenderé ni una
sola luz en todo el día.”

“No sé qué contaros porque la verdad es que mi vida es un poco triste. Llevo
un mes y 6 días sin fumar exactamente y que sepáis que lo llevo
genial. Tengo una perrica super majica que se encontró mi madre en
la orilla del Ebro con solo 10 días o así. Aún le damos el biberón,
una monada. ¡Ah! y se llama Noa.”

“Wido por favor mándame lo que sabes que me tienes que mandar antes de
que desaparezcas, por favor que ya he metido mi dirección y todo ¡si
lo haces prometo pronunciar siempre ya bien las esdrújulas!”

“Bueno, un besico enorme para todos desde Tudela.”

PAKU.


CAPÍTULO I

La tarde estaba triste. El cielo plomizo amenazaba tormenta. Se asomó
por la ventana y observó los árboles doblándose a merced de los
vientos. Se recogió el pelo en una coleta y se sentó en el sillón
frente a la chimenea. Estaba sola y el único sonido que oía dentro de
la casa era el crepitar de las llamas en el hogar. Miró de nuevo la
carta que había dejado sobre la mesa. La había recogido por la mañana
del suelo de la habitación de la entrada. No se atrevía a abrirla.
Hasta allí no llegaba el cartero y las casas más cercanas estaban a
varios kilómetros de distancia. Suspiró y cogió el abrecartas que
había a su lado, después tomó la carta y comenzó a rasgarla.
En el interior del sobre sólo una hoja, marcada con la tinta de
una mano ahora lejana, el susurro acusador de un pasado al que no
quiso enfrentarse. Todo su cuerpo se estremeció al ver de nuevo
aquella caligrafía, los recuerdos acudieron como perros hambrientos a
su mente y, enjaulando por unos instantes al pavor que ahora poseía
cada centímetro de su piel, leyó la misiva de aquél a quien un día
amó más que a sí misma: "No sé qué contarte porque la verdad es que mi vida es un poco triste. Llevo un mes y 6 días sin fumar ni un jodido pitillo exactamente y que sepas que lo llevo genial, maldita zorra engreída. Tengo una perrica super májica que se encontró mi madre en la orilla del Ebro con sólo 10 días o así. Aún le doy el biberón, una monada. ¡Ah!, y se llama Noa, así te mueras zorra cobarde abandonahombres."
La flipó en colores, no sabía como aquel hijo de puta podía haberla
cambiado por una puta perra, se dio cuenta de que el nombre de Noa
nunca le había gustado, era una puta horterada, una mariconada. Se
enfadó con los perros, con las madres que los recogen en los ríos y, sobre todo, se enfadó con Luis Cobos, con su estúpida melena rubia de homosexual dirigiendo orquestas. No sabía si odiaba más a Noa o al jodido Luis Cobos... y encima aquel cabrón malparido, aquel
excremento humano de persona había dejado de fumar. Si el hijo de puta ya no iba a palmar de cáncer solo quedaba una jodida solución: el honroso y archiconocido suicidio.
Se dirigió al cajón de la mesilla y sacó trescientos cincuenta y dos mecheros “Zippo”, tres cajas de cerillas y un dedal de gasolina... y se lo tragó todito. Empalmó
setecientas cincuenta y siete mechas de unos petardos que guardaba para
cuando volviera a las Fallas, salió de casa y anduvo hasta que la
mecha estuvo estirada del todo, la prendió y desandó los 76,5
kilómetros que había gastado en dicho invento, se metió el extremo
no incinerado de la mecha por el recto hacia arriba hasta que palpó
el dedal de gasolina rodeado de “zippos” y de una cerilla que se habría
salido de la caja, y en el intervalo que le restaba antes de que el
fuego fatuo llegara a su píloro, trincó un cuchillo jamonero que para
sí quisieran los osos amorosos y en la mesa de la cocina grabó para la
posteridad su despedida: "Me has jodido, Noa... P.D: Odio a Luis
Cobos"
No le dio tiempo más que a mirar por última vez hacia atrás y
observar cómo se acercaba la mecha a toda velocidad, directamente
hacia el oscuro agujero que se comunicaba con su recto-polvorín.
La explosión fue perfecta, una combustión instantánea que la consumió
desde dentro con tanta facilidad que quedará grabado en los anales de
la historia (nunca mejor dicho).
Fue tan maravillosa, que los vecinos de las casas que se encontraban
a kilómetros de distancia, aún recuerdan ese fantástico color entre
azul y anaranjado que se veía en el horizonte. Todos pensaron que
eran auroras boreales, pero a estas horas y en esta época del año...
dentro de una cocina... es un poco difícil.
Como las luces duraron
días, (los combustibles acumulados más los gases dentro de su cuerpo,
estaba podrida la muy cabrona) y crearon ese efecto sólo comparable a
los rayos enviados por el Sol, decidieron llamar a los de los
Guiness, sí, los de los récords, que en cuanto vieron las luces
quisieron descubrir qué ocurría y al saberlo, decidieron crear la
sección o el apartado de récords al mayor pedo hacia dentro, también
llamado mayor ventosidad interior. No quedaron restos de ella por lo
que decidieron llamarla Aurora. Y ahora, si compráis el libro ese de
los récords, la encontrareis con su nombre en letras de oro.

CAPÍTULO II

Bajó, como todos los domingos sin excepción desde hacia 30 años
-ahora acababa de cumplir 32- al kiosco a comprar su revista de reportajes favorita, el PlayBoy. Al entrar en el establecimiento, el brillar de la última
colección de fascículos salida al mercado atrapó su mirada. Ni más
ni menos que el increíble y apasionante libro de los récords...
-¡Prufg!...¡Anda no me jodas que menuda gilipollez!...Saúl, anda, dame
el pleiboi que eso sí que merece la pena...¡joder, qué pibon! y ésta
¿quién es?
-La tía esa que sale en el programa ese de no sé qué día en la
cadena esta...uuhhhh... por la mañana...o por las tardes, no sé.
-Aahhhh...ya, ya. Bueno, me piro que el puto perro este de mi madre
es un meadero andante. No quiero tenerte que pagar luego nada que te
mée. ¡Venga!
-Hale, y vete por la sombra.
Y mientras se alejaba con su revista bajo el brazo y dando puntapiés
al perro, por un momento, se acordó de ella..."Espero no haberme
pasado el otro día con mi carta...Bah, y si no, que se joda, a mí,
plin. Joder ¡pero cómo está la tía, oye! Qui-ta-de-ahí tuuuuso...Puto
perro..."
Noa miró a su amo y deseó su muerte al ser golpeada por tercera vez
por sus botas de punta metálica. "Algún día me vengaré de él, algún
día le haré pagar por todo el sufrimiento que me está causando"
pensaba la perrica. "Algún día caerá en el suelo mareado y sin nadie
que le socorra cerca, yo permaneceré encerrada en la casa durante días sin
que nadie me saque a pasear, depositaré mis detritus en sus lugares y
objetos predilectos. En el sillón de enfrente de la tele le haré un
homenaje en forma de espiral, en sus zapatillas le dejaré un regalo,
y, por supuesto, le mearé todos sus discos favoritos de Luis Cobos. Y
después le meteré un buen muerdo en esa tripa rechoncha que tiene.
Cuando alguien le eche de menos,… no creo que sea antes de un mes por
que el cabrón no tiene ni amigos... hasta que no salga la revistilla
esa con las playmates,… entonces se dará cuenta el Saúl, porque no
irá el puto pervertido a por la revistilla. Entonces tirarán la
puerta abajo y le encontraran semi devorado por mí, y yo les esperaré
con mi mejor sonrisa. Cabronazo, algún día me vengaré" Así pensaba la
perra, por que es una hija de perra y, claro, no puede pensar de otra
manera.
Se sentó en el banco del parque de al lado de su casa mientras
observaba al cánido abonar árbol tras árbol con pasmosa facilidad. De
su mochila sacó las herramientas rutinarias de cada domingo: Una tira
de papel especial para empapelar urinarios de garitos de mala muerte
de 6 x 6 metros, dos troncos de leña, una barbacoa, doce cartones de
tabaco, un soplete, un par de guantes de jardinero, un rastrillo, un
buen trozo de porespan, tres sacos de carbón vegetal, pastillas para
encender fuego, cuatro ladrillos, un fuelle, un trípode, tres rollos
de celo y unas tenazas cojonudas que, por cierto, le había regalado su
puta ex novia a la que, desde que envió la carta, no podía quitarse de
la cabeza, lo cual le tocaba mucho los cojones, es más, podría
decirse que le daba tanta rabia que tenía la impresión de que iba a
explotar por dentro... pero eso le soplaba mucho el rabo, así que
cogió los cuatro ladrillos y los colocó en posición simétricamente
similar de forma que formaran un cuadrado y subió la barbacoa en el
pedestal que con ellos había fabricado. A continuación colocó con
sumo cuidado la leña, el carbón y las pastillas que servirían para
hacer un fuego cojonudo, mientras tanto atisbó a la jodida perra que
seguía defecando sin parar, sus heces ya habían cubierto tres
árboles, unos arbustos, los columpios y estaban a punto de ahogar a
una vieja que pasaba la mañana de domingo leyendo apaciblemente el
dominical... "algún día serás tú quien se fría en esta fogata, hija de
perra, y luego haré chuletas contigo y las serviré en una cena
familiar. Sólo tengo que esperar a que el Alzheimer que tiene mi
madre se acentúe hasta que piense que en vez de una puta perra por
mascota tiene a Luis Cobos, algún día...." Sin embargo, el domingo no
era tiempo de pensar. Sacó las cerillas y prendió la alegre fogata
que espoleó amablemente con el fuelle que tenía. Cuando las
brasas estuvieron listas se dirigió al banco en el que había
extendido el papel de pared y de la otra mochila extrajo una pedazo
piedra de hachís tamaño iceberg que depositó sin demora en la
barbacoa. Para cuando ésta estuvo lista, la puta perra había
sepultado medio parque a cagada limpia y amenazaba con continuar
defecando... él, a lo suyo: cogió el chinote caliente con las tenazas
y lo depositó en el papel, se puso los guantes de jardinero ignífugos
y antisarro y migó el chinote sobre los doce cartones de tabaco
previamente vaciados en dicho papel. Con el rastrillo alisó la mezcla
psicotrópica y dejó un espacio en la zona inferior, donde colocó el
pegote de porespan a modo de colilla. Para entonces cuatro viejas,
dos currelas, treinta y siete perros, cuatro gatos, un canario, dos
somalís y un tío clavado a Luis Cobos habían perecido cubiertos de
mierda... él, a lo suyo: con la ayuda de tres policías municipales
dobló el papel de empapelar a modo de cigarrillo y acto seguido dos
guardias civiles se encargaron de pegar el celo destinado a que el
peyote en cuestión no se desdoblara. No sin antes agradecer a la
autoridad su ayuda, requirió un último favor de un policía nacional
que pasaba por allí: debía ayudarle a poner el cigarrillo en el
caballete y, una vez conseguido, incinerar con el soplete mientras él
aspiraba por el porespan, con el fin de encender la movida en
cuestión. Una vez hecho comprobó que el porro se mantenía estable
sobre el trípode, y que podía alcanzar a darle las caladas sentado
desde el banco, lo que le llenó de satisfacción... abrió la Playboy
muy chulo y entonces atisbó a uno de los guardias civiles que se
acercaba a él amenazantemente...
- ¿Algún problema señor agente?
- Por favor, la próxima vez que saque a su puto perro al parque no se le
olvide ponerle correa, coño, que ya es el tercer jardinero que sepulta
en la mierda en sólo un mes...
- Lo siento señor agente, la próxima vez no se me olvidará, ¿algo más?
- Nada más, pero recuerde que si no trae la puta correa le pondré una multa de tomo y lomo... yo no soy de los que dejan pasar las irregularidades así como así...
Realmente le dejaban echarse unos petillas porque hacía las veces
del Botafumeiro del parque, ya que la puta perra con esa diarrea crónica que no le dejaba ni respirar, dejaba un olor nauseabundo por todo el lugar y el buen olorcillo del porrete servía para descongestionar la zona.
Por otro lado, su ex-novia, alias "Aurora Boreal" se había
desprendido de su equipaje mortal y, a través de su propio cuerpo, se
había ido, como en un viaje astral, a conocer mundo. Joder, estuvo en un
montón de sitios interesantes, porque antes de salir de viaje leyó
la guía Campsa, que no sé si sabréis pero que ahora viene con CDrom y
están especificados un montón de rutas fantásticas, las mejores
bodegas... De pronto, vio con sus etéreos ojos
(no estéreos) que en el parque de aquella ciudad estaba
su ex-novio. El muy cabrón se estaba fumando un porro tan tranquilo.
Un odio animal le recorrió su fantasmal figura y deseó acabar con
aquel hijo de mala madre. Deseó entonces convertirse en una bestia
inmunda, que pudiera despedazar a aquella broma de hombre, y lo deseó
tanto que su espíritu se vio arrastrado como en un torbellino en la
posesión de aquel bestial cuerpo animal.
Noa gruñó cuando notó que algo en su ano trataba de entrar en lugar
de salir, pero fue demasiado tarde para seguir protestando porque
Aurora había reventado el flojo esfínter de la perrica y se había
introducido en su cuerpo.
Aurora se dio cuenta demasiado tarde del terrible error que había
cometido al desear poseer una bestia inmunda,... ella se refería a
otra cosa y no a una perra con problemas de encopresis maniaca-
obsesiva. Eso sí, deseó la muerte de ese cabrón aunque para eso
tuviera que enterrarle en mierda como había ocurrido con todo ser
vivo en un kilómetro a la redonda…
(interruptus anacolutus)

EPÍLOGO

"pakutudela" 14 de Oct, 2003 6:27 pm

“Jo, Wido, ¡qué bonito,oooo!casi me haces llorar y todo!! Aunque eso
tampoco es muy difícil.”

“Por cierto, agradezco que hayáis lanzado a Noa al estrellato, pero a
ver si no me la tratáis tan mal porfa, que es una monada, en serio.”

2 comentarios:

En su tiempo me reí con este relato como un desgraciao... he comprobao que lo sigo haciendo, tábamos malamente eh??? ñeñeñe, mu bueno jónido

Ya no tengo más de estos, si conserváis alguno, ponedlo porfa.