Este relato inspiró la canción "El Viejo Farol", del famisísimo grupo de Rock "La Quarta Pared" (ñeñeñe....).
Los grandes artistas parece que por fin se han decidido a inspirarse en mis relatos para hacer sus canciones (más ñes todavía.....). A ver si me sale....
El Farol


Noté su llamada a través del viento, una cálida bocanada de aire que hizo que mis mejillas se sonrojasen de inmediato. La verdad es que no era un buen momento, me encontraba en un bar cerca de mi casa, tomando una caña con una de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida... todavía me pregunto como diablos pudo acabar aquella preciosidad sentada delante de un tipo como yo, pero parecía que por una vez el destino me había reservado una baza de suerte.

Su largo cabello rubio ondulaba suavemente con cada uno de sus movimientos de cabeza, y una tímida sonrisa acompañaba a sus miradas cada vez que yo decía alguno de mis comentarios, esos que parecen estar sacados de obsoletas revistas de payasos de circo. No me importaba si en el fondo aquella chica merecía o no merecía la pena, pero sí estaba seguro de que aquella noche la penumbra de mi alma se había hecho un poco más densa, y no me apetecía en absoluto irme a la cama solo con mis fantasmas... y si la compañía era una mujer como la que tenía delante, podría haber vendido mi alma al diablo por llevarla a mi casa, aunque sólo fuera por esa noche...

“Joder” pensé al sentir su llamada... “ahora no...”; Fue en realidad sólo mi primera reacción, quizá promovida por las tres o cuatro cañas que a esas horas ya embotaban mis sentidos, seguro que tan solo fue el alcohol el que hizo que en un primer momento deseara que no me hubiera llamado en ese preciso instante, pero lo cierto es que sólo fue ese momento, jamás dudaría lo más mínimo en acudir a una de esas citas, aunque eso significara, casi con total seguridad, perder la oportunidad de pasar esa noche en mi casa, noche que mi cabeza ya se había encargado de programar; Así que, poco a poco, muy despacio... comencé a marcharme, elevándome cada vez más... no yo, claro está... podía verme a mí mismo sentado en la tercera mesa de la parte derecha del local, podía ver todavía mis ojos, y como poco a poco se apagaban hasta tomar una expresión casi ausente, podía ver como mis gestos eran cada vez más lentos e imprecisos y mi conversación se hacía menos fluida y poblada de monosílabos como respuesta a mi interlocutor... no sabría explicarlo con exactitud... ¿alguna vez habéis tratado de mantener una conversación mientras estáis haciendo algo que requiere toda vuestra atención?; Las palabras de la otra persona parece que resbalan, caen y no llegan hasta ti, tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para construir cada frase y expresarla al tiempo que tu atención está focalizada por completo en otra cosa... es como estar sin estar... sí, esa puede ser la frase que mejor defina el momento en el que me abandono cuando ella me llama, estar sin estar... es una buena frase.

Como iba diciendo, es más que probable que quedara en el bar en un estado muy similar al que he descrito, “con un poco de suerte” pensé mientras ascendía, “pueda convencerla de que algo me ha sentado mal y se quede hasta que regrese de nuevo...”. Pero la verdad es que no me importaba lo más mínimo, si ella me había llamado era que algo le sucedía, algo la estaba atormentando y necesitaba mi energía para echarlo fuera de su interior... o quizá simplemente se había sentido sola durante demasiado tiempo y necesitaba verme, no me importaba lo más mínimo, lo dejaría todo por pasar ese rato con ella.
Es difícil de explicar como es el paso hasta el farol, aunque concentre toda mi energía en hacer una introspección tratando de recordar sensaciones es realmente complicado... parece como si tu alma saliera de ti mismo y comienzas a ascender de forma suave, casi flotando... es una sensación de calma total... y cuanto más asciendes y más pequeño se va haciendo a tus ojos el mundo que vas abandonando te vas sintiendo más aislado de todo, es como si te reencontrases contigo mismo, todos los sentimientos parecen más puros, incluso el odio... pero se siente de una forma que tan solo es como una barrera que te separa de algo, del objeto odiado, pero sin dañarlo jamás... Y poco a poco la vista comienza a nublarse y un suave zumbido comienza a pasear por tu cabeza... parece como si el aire comenzara a escasear y sientes una ligera presión en el pecho... y sin embargo tus pulmones se hinchan en toda su capacidad con un aire diferente, que tranquiliza... es una sensación increíble. Poco a poco todo se va oscureciendo, dejándote suspendido en el aire, en una calma infinita... y muy despacio sientes como desciendes de nuevo, lentamente... hasta que, como por arte de magia, notas el suelo a tus pies y te encuentras erguido en mitad de la penumbra.

Todavía recuerdo la primera vez que me sucedió, el miedo ante lo desconocido, la angustia que oprimía mi pecho al verme arrancado de mí mismo... porque es cierto que ahora sé que es ella cada vez que me llama, por eso acudo inmediatamente y con todas las ganas del mundo... sin embargo la primera vez lo hice por curiosidad, dejándome ir... no es algo concreto como el acto de alzar un brazo, es simplemente eso, dejarte ir, así sales de ti mismo. Recuerdo que estaba al borde de la desesperación rodeado de penumbra cuando poco a poco mi vista fue recuperando su percepción... vi hierba bajo mis pies, de un color verde oscuro, quizá su color en realidad sea mucho más claro, como la hierba del campo cuando el sol acaricia su espalda... pero allí siempre es de noche, una noche cálida, con un cielo salpicado de miles de estrellas que lo cubren como una mágica manta... y sin luna, al menos yo jamás la he logrado ver, pero las estrellas parecen mucho más cercanas y numerosas... realmente es un espectáculo maravilloso. Eso es lo que vi la primera vez que llegué allí... ¿adónde?, no lo sé, a mi me gusta pensar que es el lugar que hay justo en medio del mundo de los sueños y el mundo real, un lugar a medio camino entre ambos donde los sueños no dejan de ser sueños pero de alguna forma se agarran con fuerza a la realidad... es nuestro sitio.

A lo lejos, entre la penumbra semi-iluminada por las estrellas puede verse un gran farol de hierro. Su luz no es como la de los faroles que acostumbramos a ver en nuestro mundo, su luz tiene tonos azulados en ocasiones y cobrizos en otras... y su intensidad varía de vez en cuando... yo suelo pensar que su tono depende del estado en que están nuestras almas... por eso siempre que llego luce de una forma más apagada, y cuanto más tiempo estamos allí más crece su brillo, y sus colores... acaban sucediéndose todos los colores que se puedan imaginar, los más hermosos que he visto en mi vida... no creo que existan palabras en ningún idioma de este mundo para describirlos... son mágicos, simplemente eso, mágicos.

Recuerdo que esa primera vez que llegué pude distinguir una silueta femenina apoyada en el farol... parecía aturdida y no paraba de mirar hacia todos los lados... aunque es cierto que parecía más segura que yo, simplemente daba la impresión de estar esperando a alguien. Me costó mucho convencerme a mí mismo para acercarme a ella, sin embargo impulsado por una fuerza interior comencé a andar hacia el farol. Cuando distinguió mi silueta acercándose se quedó mirándome fijamente, y al acercarme lo suficiente pude distinguirla; Allí estaba ella, preciosa como siempre, esperándome con esa sonrisa que puede hacer que todas las penas del mundo huyan despavoridas hacia el rincón más remoto del planeta, con su mirada cristalina que emana un cariño especial... Ella, ¿mi mejor amiga? Podría definirse así... no, algo más, podría decir que es mi otra mitad, la persona que hace que me sienta completo realmente... yo prefiero decir simplemente que es “ella”.
“Te estaba esperando” me dijo mientras me daba un abrazo
“¿Qué diablos ha pasado?”
“No lo sé” contestó sin soltarme, “simplemente deseaba con todo mi corazón hablar contigo y de pronto me he encontrado aquí.... y no sé por qué, pero sabía que vendrías”
“¿Querías hablar conmigo y sólo con eso has aparecido aquí?”
“Sí, lo necesitaba, te sentía demasiado lejos y sentía con toda el alma que necesitaba verte... ¿tu has venido obligado?”
“No”, respondí, todavía intentando asimilar lo que me estaba pasando... “ha sido extraño, sentía que alguien me llamaba, así que decidí.... no sé, dejarme llevar... y de pronto he aparecido aquí...”


Aquella primera vez nos sentamos en un banco que hay al lado del farol y hablamos durante horas... creo que de nada en particular, simplemente queríamos estar juntos, y con el paso del tiempo su sonrisa se iba haciendo más radiante, y la creciente luz de sus ojos contagiaba al farol... Yo me siento genial hablando con ella, y allí es diferente, en nuestro mundo somos dos buenos amigos, los mejores podría decir... yo pienso mucho en ella, siempre la tengo en cuenta y todo lo que hago es con la intención de hacerla un poquito más feliz... no somos novios, ni lo somos ni lo hemos sido... aunque es cierto que la quiero con toda el alma... no sé, nunca he sabido distinguir cuando la amistad entre un hombre y una mujer pasa a tener tal intensidad que ya no puede definirse con esa palabra... quizá hiciera falta inventar una palabra nueva para definir relaciones como esta... aunque lo que tampoco sé es si habrá más personas tengan una relación similar... imagino que igual no, pero muy parecida quizá sí.


Desde aquel día noto muchas veces su llamada, a veces se podría decir que estoy deseando que me llame... yo no puedo hacerlo, no puedo llamarla, no sé por qué... aunque en ocasiones he pensado que si lo deseo con todas mis fuerzas de alguna forma ella siente también el deseo de estar a mi lado, y entonces vuelvo a sentir ese aire cálido rozándome la mejilla... me gusta pensar que es su alma dándome un cariñoso beso.... pero me gusta imaginar tantas cosas... Cuando estamos en el farol nuestros sentimientos parecen más puros e intensos, casi puedo ver el cariño que siente por mí saliendo de su interior y envolviéndome suavemente... y cuando nos abrazamos todo parece más hermoso. Ella dice que no puedo llamarla porque yo tengo la energía curativa, y cada uno podemos tener sólo un don... no me convence pero la creo... tampoco podría explicarlo de otra forma; Según ella cuando está a mi lado poco a poco todas las penas van transformándose en felicidad, y el peso de su alma comienza a desaparecer por completo, hasta que la luz del farol brilla en todo su esplendor... Me gusta pensar que es mi energía, como ella dice, la que hace que se sienta mejor... aunque la verdad es que estar con ella tiene un efecto muy similar en mí... prefiero que sea así, pues de este modo uno no depende del otro si no que somos los dos los que nos complementamos, no debe existir dependencia entre dos personas que se quieren, dejarían de ser ellas mismas.


La mayor parte de las veces que nos encontramos en el farol nos sentamos en el banco de hierro a mirar las estrellas y a hablar... al principio yo me quedaba extasiado mirando el cielo, hipnotizado por su belleza, aunque poco a poco me fui dando cuenta de que sus ojos brillan más que todas las estrellas del mundo juntas. En una ocasión decidimos echar un vistazo a nuestro mundo, así que comenzamos a alejarnos lentamente del farol cogidos de la mano; No sé muy bien como explicarlo, pero a medida que nos alejamos de él una sensación de intranquilidad me invade por completo, es como si la penumbra le ganara poco a poco la partida a su luz y se instalara en nuestros corazones… aún así decidimos avanzar un poco más y poco a poco en la lejanía vimos la luz de otro farol. Nos acercamos hasta él pero no había nadie, el farol era idéntico al nuestro, y en la misma posición, a su lado, se encontraba también un banco de hierro, exactamente igual al que habíamos dejado atrás…
“Es el mismo farol” dijo ella
“No puede ser, el nuestro lo hemos dejado atrás, tiene que ser otro”
“Mira su luz” contestó
Y miré su luz, y de alguna forma pude vernos reflejados en ella, sé que parece imposible pero era el mismo, al alejarnos dejando el farol a la espalda aparecimos caminando por el lado opuesto, como si nuestro mundo fuera un extraño círculo sólo para nosotros, para encontrarnos, es nuestro lugar, no hay nada más. Una vez dejamos nuestras chaquetas en el banco y comenzamos a andar, es cierto, cuando divisamos frente a nosotros el otro farol pude ver las chaquetas en el respaldo del banco, es hermoso pensar que ese lugar es sólo nuestro… nuestro pequeño espacio.


Aquella noche ella estaba más angustiada que de costumbre; En cuanto me vio me dio un abrazo y un beso en la mejilla, uno de esos que sólo se dan en los cuentos y en los que se pone el alma entera, y pude sentir lo que ella sentía, y la pena estrechó un poquito mi corazón; Nos sentamos en el banco, la luz del farol parecía apagada, casi inerte, y hablamos durante horas mirándonos fijamente a los ojos. El tiempo no corre igual en nuestro sitio que en el mundo real, unas horas allí tan sólo son unos minutos en realidad… debe ser que los sentimientos no obedecen las leyes del tiempo, debe ser lo único que ha escapado a su dominio pues dicen que con el paso de los evos incluso la muerte puede morir… pero no los sentimientos, ellos siempre vencen la batalla.
No recuerdo de qué hablamos exactamente aquella noche, sé que ella estaba especialmente triste, yo la escuché con todo el cariño que tengo en mi interior, como siempre hago, creo que el mayor tesoro que tienen dos personas que se quieren es el de poder escucharse una a la otra para toda la eternidad. Mientras hablaba una pequeña sonrisa se iba dibujando en su rostro, muy despacio… y las pocas palabras que yo le decía arrancaban de su alma una pequeña carcajada… me gusta imaginar que con cada una de esas carcajadas destruye un pedacito de su pena. Cuando su sonrisa ya era completa y la luz del farol brillaba intensamente nos fundimos entre risas en un largo abrazo; La apreté contra mí con fuerza, es mi manera de demostrarle mi cariño, y le susurré al oído:
“Siempre que lo necesites, por mucho tiempo que haya pasado, por mucho que la vida se empeñe en separarnos… siempre, estaré esperando a que me llames de nuevo para venir al farol…”
Ella se separó un poco de mí y se quedó mirándome fijamente con una de esas miradas que dan los más hermosos besos que existen, y poco a poco acercó su cara hacia mí hasta que nuestros labios se encontraron por primera vez desde que nos conocíamos; Fue el beso más dulce que he recibido en mi vida, quizá porque no fue un beso real, me lo dio en nuestro sitio, al lado del farol… creo que fue tan hermoso porque en realidad fue un beso medio soñado, pero soñado por ambos a la vez. Cuando nuestros labios se unieron la luz del farol brilló como jamás la he visto brillar, no tengo palabras para describir tanta belleza.


Aquella noche nos despedimos con otro beso, y yo comencé mi vuelta a la realidad; De nuevo la oscuridad, la sensación de calma… y poco a poco la vista comienza a aclararse, como si despertaras de un sueño profundo. En esa ocasión me encontraba con la chica del bar en mi portal, parece que después de todo conseguí convencerla de que algo no me había sentado bien, debí pedirle que me acompañara a casa. Ella cogió mi mano suavemente y dijo
“¿Quieres que suba contigo?”
Pero yo todavía tenía el sabor de sus labios en los míos, quizá no había sido del todo real, es cierto… pero mis fantasmas esa noche habían huido lejos y mi cabeza sólo tenía sitio para ella. “Quizá mañana”, pensé, “al fin y al cabo parece que le intereso… pero no esta noche, esta noche no podría…”
La despedí excusándome, le dije que me sentía demasiado enfermo y no sería una buena compañía… al menos en la segunda parte de la frase no le mentí, no se puede estar con una persona mientras otra ocupa tu corazón.
Aquélla noche me metí directamente en la cama pensando en ella y deseando que volviera a llamarme, a esperarme en el farol… pero no lo hizo, durante días no pensé en otra cosa, mi cabeza sólo tenía sitio para ella, sólo pensaba en volver a verla… En muchas ocasiones estuve a punto de coger el teléfono y marcar su número… necesitaba escuchar su voz, hablar con ella… pero por alguna razón pensaba que no debía molestarla, que tenía que esperar a que volviera a llamarme… pero no lo hizo.


Con el paso del tiempo aprendí a guardar con todo el cariño del mundo aquel beso en mi corazón, y volví a verla como lo que es en realidad, mi mejor amiga, mi otra mitad… ya no pensaba con desesperación que necesitaba verla de nuevo, volvía a quererla a ella, no simplemente a echar de menos su compañía. Fue entonces cuando decidí llamarla por teléfono, al fin y al cabo había sido capaz de poner mis ideas en orden y ya no “necesitaba” hablar con ella, simplemente quería hacerlo. Saqué el móvil de mi bolsillo y cuando estaba a punto de marcar su número volví a sentir esa cálida brisa en mis mejillas, ¡volvía a llamarme!. Y me dejé llevar de nuevo, otra vez a su encuentro…

Y aquí estoy ahora, dejando que esa sensación de paz se apodere de mi, sabiendo de algún modo que ella también ha decidido poner en orden sus pensamientos antes de volver a verme… y noto el suelo bajo mis pies, abro los ojos y distingo su silueta al lado del farol… y miro su luz, intensa, hermosa… y sé que ella está bien, simplemente le apetecía verme, así que camino hacia ella y la estrecho en mis brazos, la miro a los ojos… y en esa mirada puedo leer que ha intentado llamarme muchas veces para que acudiera al farol pero no ha podido… es curioso, ha sido él quien no la ha dejado hasta ahora; Quizá en el instante en que nos besamos comenzamos a depender el uno del otro… quizá… quizá por eso el farol dejó de entendernos, quizá sólo nos ha permitido volver cuando hemos vuelto amarnos por lo que somos, sólo por eso, por ser nosotros mismos. Lentamente beso sus labios mientras acaricio su pelo… y nos separamos… y la risa de un niño me sobresalta, pasa a nuestro lado jugando con una pelota, y hay hombres y mujeres sentados en bancos o paseando tranquilamente con cara de felicidad. Estamos abrazados en medio de un parque, es uno de los parques de nuestra ciudad, he pasado muchas veces sin detenerme delante de él… y nuestro farol ha desaparecido, volvemos al mundo real, no queda ni rastro del banco en el que hemos pasado tantas horas uno junto al otro. La miro embargado por la pena, ella no para de volver la cabeza en todas las direcciones, está desconcertada, como yo… y lentamente fija sus ojos en los míos… ¡sí, ahí está nuestro farol!, en el brillo de sus ojos… sonrío de nuevo, creo que ella también ha visto nuestro pequeño espacio reflejado en mis ojos pues una hermosa sonrisa se dibuja en su cara; Y noto de nuevo esa sensación de tranquilidad y cariño… hemos vuelto a nuestro sitio… solo que ahora ya no necesitamos viajar para visitarlo.