A través de nuestro correo alalunacontuscuentos@yahoo.es nos ha llegado una aportación de Misael que paso ahora mismo a copiar. Muchísimas gracias por tu cuento y espero que te animes a publicar alguno más. Un saludo.


Carta a Ella: un lugar común


Fue en los primeros días del mes de agosto. Te encontré en la parada del autobús, aunque también pude haberte hallado en algún pasillo del supermercado o en un sueño que se presenta a la madrugada del lunes. De tantos sitios comunes que existen, elegiste precisamente ese donde comienzan los sucesos que dibujan mi vida. Y es que los autobuses nunca me han parecido poca cosa; a los ocho años de edad abordé el primero en compañía de gente desconocida y me puso febril el temor a no alcanzar el timbre; hasta hoy he tenido sólo un empleo y se trató mayormente de estudiar los horarios de las rutas 25, 15 y 9 y me asaltaron un par de delincuentes cuando escogí recorrer la ciudad a pie. Sé que me estoy desviando del tema. El caso es que estabas junto a una farola descompuesta que por instantes se iluminaba a causa de tu presencia. A dos metros de mí estaba la mujer perfecta, y no hablo de mujeres que se publicitan en afiches o telenovelas, me refiero al tipo de aquellas que escribe el destino, que redacta la intuición de la naturaleza o qué sé yo. Eras así pese a que sólo te conocía el cabello liso, las piernas delgadas y la espalda cubierta con un abrigo negro. Luego descubrí que era tu primer día en la escuela preparatoria. Pasaron días, clases, reprimendas, fiestas, amistad y boletas de calificación, se pasó la adolescencia y seguíamos metidos en el transporte colectivo.

La comunicación no se trata de intercambiar, sin mínima intención, significados o cosas que signifiquen. Es necesario un lenguaje y sin embargo entre tú y yo existía un acto comunicativo tan estable como las matemáticas primarias, basado en silencio e imaginación. Nunca cruzamos palabras, pero yo te conté (en voz bajísima) historias acerca de mi último desayuno, el color del cielo y el pesimismo de la navidad. Verte se convirtió pronto en algo necesario. Llegaba puntual, seis de la mañana, a nuestra cita en el parabús. Robé el aromatizante para baño y lo rocié sobre mi piel por si inventabas un beso. También robé un libro del poeta Mario Benedetti con el que busqué aparentar "romanticismo" y "sensibilidad". Acepto que fui tramposo al acotar una distancia tan extensa y aún así enamorarme de ti (como leer reseñas de un libro o ver su adaptación cinematográfica, estudiar unos cuantos huesos del esqueleto e inventar lo demás). La última vez que coincidimos en el autobús el frío y la lluvia te obligaron a adoptar la "moda esquimal".

Ingresé a la universidad y cambié de ruta. Se vino la democracia, la demagogia, la depresión, los intentos de suicidio y a un hombre tonto se le ocurrió jugar a ser general y de repente, entre el mundo enviado al carajo y mis fracasos personales, despertó la falta de ti. Divulgué tu retrato a través de la radio universitaria, un periódico escolar y varios espacios de internet. Éxito de la empresa: nulo. Saldo: cito a Benedetti y te informo que "a veces no me siento tan solo.. si sé que más allá de mi soledad y de la tuya otra vez estás vos, aunque sea, preguntándote a solas qué vendrá después de la soledad". De vez en cuando vuelvo a elegir la ruta 19, pero retrasa mis destinos y no viajo más junto a ti.

Ayer descubrí un tesoro en otro lugar común y otra mujer perfecta. No sé cuál es su nombre y tampoco hemos conversado. La soñé a mitad de la madrugada. Acostada sobre el colchón, desnuda y frágil, escuchaba relámpagos y miraba cómo sus lágrimas golpeaban la ventana. Se trataba de llanto (de lluvia) tan furioso y triste como la última vez que compartimos el autobús.

Remitente:

Km. 8.5 Carretera a Matehuala

Antiguo camino de Golf. A. P. 84

Soledad de Graciano Sánchez, S. L. P.