Sentado en la orilla del sendero, esperaba pacientemente. La mano derecha golpeando rítmicamente sobre la piedra contra la que se hallaba apoyado, la izquierda sujetando el cuchillo. A veces levantaba la mirada hacia la techumbre de ramas y vegetación, pero todo permanecía igual, salvo alguna hoja aislada que de vez en cuando descendía lentamente hasta el suelo. El sonido de un arroyo próximo continuaba acariciándole los oídos como llevaba haciendo ininterrumpidamente todos aquellos días; ya ni recordaba cómo fue el primero. Una figura apareció en el camino, apenas entrevista entre la espesura. Se levantó de un salto, cambió el cuchillo de mano y salió de detrás de los árboles, sin dejar de vigilarla. Sin embargo, antes de que volviera a tenerla a la vista, ya anticipó el resultado. Sus músculos se relajaron, el cuchillo volvió al cinto, cerró los ojos y centró su atención en el sonido del arroyo. La anciana pasó a uno metros de él. Llevaba con esfuerzo un cántaro y le miró suspicazmente durante un segundo. Se perdió tras los árboles. El hombre volvió arrastrando los pies, suspirando con resignación. Se recostó y empezó a juguetear con el cuchillo y a tamborilear con los dedos sobre la piedra. Esperaba pacientemente.

2 comentarios:

Sacar cuchillo, meter cuchillo; me pregunto quién sería el desdichado destinatario.

Parece que se animan los cuentos circulares.

Inquietante, muy inquietante... y oscuro. Muy interesante, la verdad es que me ha gustado mucho. A ver quien escribe el siguiente circular :)