Ágora, como en las antiguas polis griegas trata de fortalecer la cultura de los individuos y en este caso ha elegido la luna como techo. Ella, periodista de corazón, es capaz de analizar las situaciones, luchando contra lo rutinario, viendo un sentido superior a las cosas plantando la semilla de la duda con sus preguntas, provocando el inconformismo mental. Gracias a sus viajes mezcla sus reflexiones con un crisol de paisajes de lugares y gentes mestizando sus experiencias con su propio ser. Gracias Ágora por participar en este cachito de luna que ya es también tuya.

Milhojas

Nicolás se descubre ante el espejo del tocador. Se palpa la cara y desliza los huesudos dedos por los surcos que han dejado en su piel los muchos viajes.

“Cuántos caminos – piensa- ¡Son tan profundos como los cañones que cavaban en la roca aquellos ríos! Millones de años tardan en dibujarlos, y mira yo…”. Se lleva la palma a la frente para sacudirse la ocurrencia. ”Y aquí delante, estas tres hendiduras. Parecen como cortes, precisos, de lado a lado, aunque yo nunca noté ni los cuchillos ni la sangre. Huyo, huyo, siempre huyo. Preferí huir. ¿Por qué matar...? No, no, pueden ser heridas, entonces, quizá mis pensamientos, mis dudas; seguro que ahí están todos los matices, unos y otros, prensados…”

Entrecierra los ojos escudriñándose en el espejo. “Y fíjate –se dice-, fíjate en estos abanicos que salen de los ojos. ¿Demasiado mirar? Con el calor que he pasado… ¡Y lo que habría agradecido a veces un poco de brisa y, mira ahora, están ahí estos dos abanicos!” -se ríe para sí. “¿O quizá son alas de mariposa? Ojalá se parecieran a las nervaduras de la mariposa monarca, que vive viajando siempre buscando un rayo de sol. Cuántas veces he volado tras ellas persiguiendo más luz.”

Con una mano, atrapa el aire. “Y, sí, me he quemado”.

Se ensimisma repasando sus manos, manchadas de muchos soles, y en esos dedos que ahora se quiebran como las ramas de un viejo olivo. “Pero yo ya no podré hacer aceite, ¿o sí…?”

Vuelve al espejo, donde se recortan las plantas de los pies, y le asalta entonces en el pecho un eco, el susurro de las voces que acaban de pasar por la habitación:

- "¿Tienes frío?”

- “No, Alba, hija, no los tapes, que no tengo frío, es igual, déjame así, estoy bien, estaré bien. Sonríe, mi amor. Haced lo que tengáis que hacer. Y, por favor, después dejadme solo, sólo un poquito solo...”

Y ahora levanta los ojos hacia el espejo, pero un vaho parece cubrirlo. Nota los párpados, temblorosos, cayendo livianos, como plumas desprendidas. “Ahora son un delicado milhojas – piensa. Me gustaba el de mi madre. ¿Lo habrá seguido preparando allí también?”

4 comentarios:

hola

me gusto mucho
eso de los surcos y los viajes
fue una agradable lectura

un saludo

Hola. ¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegra saber que ha podido generar unos minutillos de agradable lectura. ¡Saludos!

Unos minutillos de agradable lectura y unos cuantos otros de agradable reflexión sobre como se habrían producido las arrugas en la vida de este hombre :)

Una gran entrada en la luna eh?? :)

Bueno, la idea -lograda o no- era intentar sugerir e invitar a imaginar la vida de esa persona en sus últimos momentos, acompañarle en ese repaso que hace a la intensidad de una vida. El lector siempre siempre interpreta y hace suyo el relato, es el que lo acaba completando.:)